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La política de la esperanza contra la política del miedo

Diez maneras de construir una alternativa al canto de sirenas del hombre fuerte.

Por: Martin Wolf | Publicado: Jueves 2 de mayo de 2019 a las 04:00 hrs.
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Los políticos carismáticos seducen a personas desilusionadas brindándoles apoyo. Algunos de esos políticos son potenciales déspotas. Otros son canallas. Sin embargo, sus cantos de sirenas son seductores. Entonces, ¿cómo deberían responder los políticos de centro derecha y centro izquierda y quienes los apoyan?

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Deben reconocer que enfrentan una gran batalla. Una gran crisis financiera, que dejó un resabio amargo, socavó la confianza en casi todas las elites. Más que eso, como Jonathan Swift escribió “la falsedad vuela y la verdad llega cojeando después”. ¿Qué diría Swift de nuestros medios de comunicación? Sin embargo, la democracia liberal sobrevivió a los grandes retos de la Guerra Fría y del período de entreguerras. Como Torben Iversen y David Soskice argumentan en Democracia y Prosperidad, el estabilizador es la prosperidad ampliamente compartida. Sin eso, todo está perdido, especialmente cuando la fe en la democracia ha disminuido.

Entonces, ¿cómo se devuelve la esperanza?

Primero, el liderazgo importa. La política democrática no se trata sólo de comprar votos. Se trata de persuadir a la gente. Donald Trump tal vez es un político inexperto. También puede ser una persona muy detestable. Pero sabe cómo motivar a sus adherentes, porque sabe contar una buena historia. Un político sin narrativa perderá. Los grandes políticos son siempre buenos narradores, desde Pericles de Atenas hasta Franklin D. Roosevelt.

Segundo, la competencia importa. Importa mucho menos, al menos en el corto plazo, para los demagogos de derecha o izquierda. Lo de ellos es una política de oposición, aun cuando están en el poder. La competencia es menos requerida. Pero los políticos de centro deben saber –y mostrar que saben- qué es lo que están haciendo. Eso es particularmente importante tan pronto como los líderes de este tipo comenten grandes errores, siendo el más importante creer que los mercados financieros son estables y que quienes participan en ellos saben lo que hacen. Esos errores ha probado ser desastrosos.

Tercero, la ciudadanía importa. La democracia es una comunidad de ciudadanos. El sentido de lo que se debe a –y se espera de- los ciudadanos es el fundamento del éxito de las democracias. Sin la idea de que la ciudadanía es lo primero, no puede haber comunidad nacional. En democracias modernas, el Estado de bienestar es una expresión práctica de la ciudadanía. Pero también lo son las políticas que dan a todos los ciudadanos una oportunidad de participar en –y de beneficiarse de- la economía. Los extranjeros también pueden participar provechosamente. Pero la inmigración siempre debe ser manejada para que se considere justa y políticamente aceptable.

Cuarto, la inclusión importa. Es impactante que en una medida bien conocida, el “coeficiente gini”, la desigualdad de los ingresos del mercado no sea, de hecho, particularmente alta en Estados Unidos. Pero la desigualdad de los ingresos disponibles (después de impuestos y gastos) es relativamente mucho más alta. Este resultado, entonces, es una decisión política.

Quinto, las reformas económicas importan. Como Paul Collier argumenta en El Futuro del Capitalismo, y Colin Mayer en Prosperidad, necesitamos reformas tributarias y a las empresas si vamos a crear una sociedad económicamente exitosa y más inclusiva. Son particularmente importantes los impuestos a la renta y promover una mayor competencia. Como Jonathan Tepper y Denise Hear exponen en El mito del Capitalismo, la disminución de la competencia es muy preocupante. Esto no justifica una economía socialista: sabemos que eso no funciona. Sí justifica mejores mercados.

Lo local y lo global

Seis, lo local importa. De forma interesante, este es un tema en el libro de Collier y en un libro nuevo, El Tercer Pilar, de Raghuram Rajan exgovernador del Banco de la Reserva de India. Ambos hablan sobre comunidades. Delegar deciciones, al mismo tiempo que se le entrega medios a las comunidades para revitalizarse a sí mismas, debe ser parte de una buena nueva política.

Siete, los servicios públicos importan, incluso si a las personas generalmente les desagrada pagar impuestos necesarios para mantenerlos. Lo más demandado varía en cada país. Pero la idea libertaria de un Estado mínimo que deja todo esto al libre mercado no solo es inaplicable, sino que incompatible con la democracia. Los políticos de centro tienen poderosos argumentos a su favor cuando defienden los servicios públicos de los que dependen las personas.

Ocho, manejar la globalización y la cooperación global importa. Ningún país es una isla. Dependemos de ideas, recursos, personas, bienes y servicios de otros países. Esto es cierto incluso para los países muy grandes. Los argumentos económicos, políticos y morales para reglas estables y predecibles que rigen estas interacciones son más fuertes ahora que durante y tras la Segunda Guerra Mundial, cuando fueron agrupados en un nuevo sistema global. La soberanía nacional importa. Pero no es todo lo que importa. Esto es aun más cierto en la administración de los bienes comunes globales.

Nueve, mirar hacia adelante importa. Vivimos en un mundo de grandes convulsiones de largo plazo - el cambio climático, la inteligencia artificial y el auge de Asia. Los buenos gobiernos deben ver lo que estas cosas podrían significar para las personas y al mundo. Si las democracias no pueden mirar esto con visión de futuro, habrán fracasado. Ciertamente, el partido-Estado chino argumentará eso.

Finalmente, la complejidad importa. El gran humorista estadounidense, H.L. Mencken dijo: “Para cada problema complejo, hay una respuesta clara, simple y errónea” Esto es lo que ofrecen los demagogos carismáticos. El consejo experto puede estar fácilmente equivocado. Pero los tecnócratas tienen una reputación que perder. Una política que descansa en la rabia popular y el capricho despótico está destinada a fracasar. La única pregunta es cómo. La respuesta correcta tiene que ser una política que base sus esperanzas en el realismo. Esta es la única política democrática que vale la pena. ¿Será exitosa en el mundo de hoy? Posiblemente no. Pero intentar hacer lo correcto es la única manera de darle al mundo la mejor posibilidad de tener buenos resultados.

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